El viaje a ninguna parte

7 febrero, 2013

Por José G. Jacoste

Han pasado 72 años desde el comienzo de lo que se puede considerar protección del cine español. En el lejano 1941 el denominado Crédito Sindical se convirtió en la primera pieza del complejo engranaje o sistema de protección que llega hasta nuestros días.

De tal manera que se nos ofrece la posibilidad de realizar un análisis del mismo, con una perspectiva histórica, con la natural limitación de espacio y, por tanto, con el mero propósito de pincelada que aspira a una cierta singularidad de reflexión. Para ello nos vamos a fijar en un momento histórico por lo que tuvo de convulsión.

En efecto, la denominada Ley Miró en 1983 supuso, de alguna manera, el borrón y cuenta nueva. Eran los tiempos en los que en la política general del país se funcionaba bajo el eslogan: “a este país  no lo va a conocer ni la madre que lo parió”; y ese espíritu estuvo presente en la mente de los legisladores. De ahí los  ambiciosos objetivos de la Ley, que pasamos a resumir y enumerar:

1.- Creación de tejido industrial:  

•Potenciación producción indepediente  

•Estabilidad industria auxiliar  

•Incremento demanda de trabajo

2.- Asentamiento mercado propio:  

•Desarrollo distribuidoras nacionales  

•Reducción peso de las “majors”

3.- Desaparición del  “pentagrama” de las conversaciones de Salamanca según el cual el cine español era:

•Políticamente ineficaz

•Socialmente falso

•Intelectualmente ínfimo

•Estéticamente nulo

•Industrialmente raquítico

(J.A. Barden, Salamanca 1955)

Detrás de esas ilusionantes metas latía algo no menos importante: se tenía que producir un gran cambio en la mentalidad de los productores, y para ello el camino más corto era que irrumpieran en escena una legión de nuevos productores –a ser posible directores-, que se pudieran establecer con facilidad a través de las denominadas ayudas sobre proyecto concedidas discrecionalmente por comisiones de expertos nombradas por el ICAA.

Esta fórmula fue la traducción libre de los “avant sur recettes” franceses , que se vio pronto desvirtuada, entre otras razones, porque apareció el productor “espontáneo”, en el entendimiento del filosofo y aficionado taurino José Bergamín, que considera como tal aquello que se arriesga en empresas para las que no está preparado. Tipología que, sobre todo, prolifero por la periferia del país.

Con la precedente visión histórica vemos que la dialéctica, sistemas de protección OBJETIVOS versus sistemas de protección SUBJETIVOS, se resolvió a favor de los subjetivos.

Algunas comisiones y bastantes productores “expertos” en estrategias administrativas han sido una inagotable fuente de inspiración para quien quisiera actualizar argumentos quevedescos. La falta de verdadero espíritu empresarial de muchos de los denominados “productores” llevó a establecer una errónea  estrategia de prioridades.

Efectivamente, el sucedáneo de productor desconoce el estímulo empresarial de la búsqueda del beneficio, pues para el mantenimiento de su estatus basta con que fluya el dinero, que si es público mejor. Los sucesivos retoques administrativos de la Ley Miró catalizados por la FAPAE han hecho especial hincapié en el que podíamos llamar problema financiero del productor, descuidando políticas que tuvieran real incidencia en el problema económico, la obtención del beneficio empresarial. ¿Y cómo se puede propiciar ese beneficio? Pues ante todo cambiando las estructuras de nuestro mercado, históricamente adverso a los intereses del productor.

Y que en estos tiempos, sin menoscabo cualitativo de las salas, debe ser considerado en el sentido más amplio: salas, dvd, vod, tv y exterior. El incremento del porcentaje de taquilla que llega al productor, la lucha contra la piratería, la armonización de intereses en relación al VoD, una auténtica negociación con las cadenas de televisión  y realizar un cine con proyección internacional serian buena medicina para nuestro endémico problema de mercado. 

Lógicamente políticas que persigan esos objetivos requieren una seria base de conocimientos, imaginación y coraje, que no están al alcance de todos, y además, sus frutos nunca son a corto plazo. En el sentido apuntado, y para terminar, dejamos estas cuatro invitaciones a la reflexión:

1.-En el mercado de libre concurrencia sólo tienen real acomodo buenos productos. La inmensa mayoría de nuestras películas ni aquí ni fuera  generan demanda. Y tampoco interesan en los grandes festivales internacionales.

2.-Los buenos productos cinematográficos no se crean sólo con dinero sino con talento, cuando menos, oficio. De ahí la importancia de la buena formación, bastante descuidada desde hace casi 40 años.

3.-Ley de mecenazgo, desgravaciones fiscales, etc., serán una vez más pan para hoy… si no se dan prioridad a los problemas del mercado.

4.-Justificación del título que enmarca estas reflexiones: para muchos de nosotros el célebre pentagrama está vigente. Y los objetivos plantados por la Ley Miró están hoy mas vigentes que nunca.  

(Conferencia presentada en la segunda reunión del Seminario Permanente José Ortega y Gasset sobre la industria audiovisual en España) 

 

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