Familia Gratacós: cuatro generaciones en la industria

22 mayo, 2017

La historia de la familia Gratacós podría ser un guion cinematográfico de una producción independiente española, con unos personajes únicos que cualquier actor que se preciase quisiera interpretar, y cuyas vidas podría llevar a la gran pantalla un director en homenaje al séptimo arte y a los pioneros que lo crearon. Empezaría como cualquier biografía, por el principio, con un protagonista, Enrique Gratacós Massanella (1889-1969), un compositor de sardanas y pianista de Banyoles (Girona) que un día vio peligrar su futuro de concertista con la llegada de los discos y enfocó su vida a un arte joven llegado del país vecino, Francia, el cine. 

En la década de 1910, Gratacós siguió tocando el piano, pero fue para acompañar las imágenes de películas mudas. Todas ellas llevaban sus partituras.

Como buen emprendedor, apostó por el nuevo negocio y compró un solar en el que construyó una barraca para hacer cine. Era 1917 y llamó al local Cinema Modern. Su esposa le ayudó vendiendo entradas en la taquilla. Era una época de bonanza. Mientras Francia sufría las consecuencias de la primera guerra mundial, España, que fue neutral, vivió un boom económico con mucha actividad de negocio y alegría en el mundo del espectáculo y del ocio.

Vinieron los felices años 20. Llegaron las primeras películas con argumento. Hubo una que para él fue un quebradero de cabeza: El negro que tenía el alma blanca. Tocaba el piano, siguiendo la partitura, pero el negro tardaba mucho en morirse de tal forma que la música se acababa antes, así que tenía que empezar de nuevo, y en otros pases el protagonista se moría a mitad de la interpretación por lo que tenía que correr para acabar la pieza a tiempo. Los proyectores de entonces funcionaban con manivela, y dependía de la energía del proyeccionista que la misma película durase más o menos tiempo.

Paco Gratacós Matamala, Enric Gratacós Carles y Francesc Gratacós Zaragoza.

De esta manera, aunque era una tragedia, la gente acababa riéndose como si fuera una comedia. Todo iba viento en popa. Con una inflación oficial del 20 por ciento, la recaudación se multiplicaba por dos y tres, no sólo por las entradas sino por el precio que se fue disparando hasta el punto que en un momento determinado la recaudación alcanzó cifras elevadas con beneficios sustanciosos. Al cuarto año de abrir el local el negocio resultó ser muy rentable.

 

Llega el Cine Sonoro

A finales de los años 20 el cine vivió su primera revolución tecnológica con la llegada del cine sonoro. Enrique Gratacós, que ya estaba cansado de acompañar con el piano las películas mudas, lo recibió con los brazos abiertos. El sonido se recogía en unos discos de pizarra y compró muchísimos, pero ese sistema nunca funcionó del todo porque se desincronizaba la imagen y el audio con mucha frecuencia y al cabo de un año, antes de lo esperado, surgió la banda sonora. Ese cambio le supuso un revés económico al encontrarse con un excedente de discos sin tiempo para amortizar la compra. Casi se arruina. Nunca olvidó ese percance y cada vez que se producía algún cambio tecnológico, antes de incorporarlo decía a sus hijos: “acordaros de los discos”. Luego vinieron los años 30 y al final de la década la fratricida Guerra Civil española. A punto estuvo de perder el negocio.

Entre 1936 y 1939 los cines en Cataluña se nacionalizaron, los sindicatos se hicieron con el control de la gestión, como ocurrió en otros ámbitos industriales. Los empleados del cine de Banyoles, al cabo de 15 días de hacerse cargo de la empresa, le dijeron a Enrique Gratacós que continuara llevando las riendas él ya que conocía mejor que nadie el negocio. Y todo continuó igual para la familia. En los años 40 no había cines. Antes de la guerra había una empresa, Cinaes, de ascendencia francesa, que tenía muchos cines en Cataluña, un circuito muy importante. Al finalizar la guerra desapareció y los encargados de Cinaes se quedaron con los cines y se convirtieron en empresarios.  Como anécdota, años más tarde, durante las primeras elecciones democráticas en España en 1978, varios de los empleados del cine Modern de Banyoles coincidieron en un mitin del PSUC con uno de sus nietos, Enric Gratacós, y le preguntaron qué hacía allí. El líder del partido de entonces, Jordi Solé Tura, que había sido profesor suyo en la Universidad, les preguntó de que conocían a Gratacós y le dijeron “Hicimos jefe del cine a su abuelo y ahora le haremos jefe a él ya que es quien sabe más de esto”.

Paco Gratacós junto al fundador de Catalonian Films, Joan Vivó; el cineasta Antoni Llorens y David Henden, vicepresidente internacional de Luk en Cannes

Enrique tuvo tres hijos: Juan Gratacós Comas (1912-1999), Francisco (1913-1984) al que todos llamaban Quiquet y Quim, el pequeño. Los dos primeros siguieron con el negocio del cine con la lección bien aprendida del padre.  Entre sus numerosos consejos, el que tuvieron más presente, fue que para que un negocio funcionase la clave era dedicar una tercera parte a películas, otra tercera parte a gastos, y otra tercera parte a beneficios. Trabajaron con tesón y acabaron gestionando una gran cantidad de cines en Cataluña: Terrassa, Rubí, Masnou y Santa Coloma de Gramanet. Juan se mantuvo siempre en el sector de la exhibición mientras que Francisco quiso abrirse camino en la distribución. En esa época los cines eran grandes. Tenían capacidad como mínimo para 1.000 personas.

En los años 70, se inicia el relevo de la tercera generación, con Enric Gratacós Carles, hijo de Juan Gratacós Comas, quien amplía los circuitos ya establecidos a otras ciudades como Girona, Figueres, Olot y Sabadell, y Paco Gratacós, hijo de Francisco Gratacós Comas, quien sigue también en la exhibición hasta que se pasa a la distribución creando la empresa Mediterráneo Films – Luk Internacional.

El relevo coincide con una primera gran crisis del cine. La llegada de la televisión, los vídeos y los video-clubs hizo que bajara la asistencia de público a las salas y obligó a los empresarios a un replanteamiento para sobrevivir en el negocio.

Francesc y Paco Gratacós

En 1960-1965 había en España 8.000 cines. Con la crisis, éstos fueron cerrando y en 1999-2000 se llegó al punto más bajo con 1.500 cines.  En 1965-1970 en España se vendían unos 400 millones de entradas. A finales de 1990 de esta cifra se pasó a 60 millones. Enric Gratacós Carles, de la tercera generación, introdujo la venta de palomitas en los cines para mejorar el negocio, algo que disgustó en un principio a su padre ya que él había luchado por dignificar el cine y siempre había estado en contra de lo que él llamaba “el cine cacahuete y de pipas”, un consumo excesivo de estos productos por parte del público que deterioraba la imagen de la sala. Un incremento de la cuenta de resultados el primer mes por la venta de palomitas le hizo ser más condescendiente.

 

Llegan las Multisalas

A finales de 1990 empezaron a abrirse las primeras multisalas. Renovarse o morir. Enric Gratacós tenía muy claro que para subsistir había que dar ese paso. De una sala hacían tres y así hasta que empezó a hacer salas nuevas a partir del 2000. Fue una explosión tremenda que dio vida a todo el sector de la exhibición. Hasta finales de los 90 la familia Gratacós tuvo tres empresas de tres poblaciones, Granollers, Terrassa y Banyoles. En Terrassa tuvieron cuatro salas: el Cine Principal, La Rambla, Avenida y Arenas. La Rambla tenía 2.400 butacas. En Granollers tuvieron el Majestic, El Principal y El Mundial, y en Banyoles el Victoria, el Modern y el Mercantil. Los cines urbanos fueron desapareciendo a medida que se construían las multisalas en los centros comerciales del  extrarradio. En España, en poblaciones de menos de 50.000 habitantes, han dejado de existir y si hay alguno pertenece a un centro cívico, municipal o parroquial, con pocas butacas.

 

La Familia Gratacós entra en la Distribución

Paco Gratacós representa la actividad de la saga familiar en la distribución. Al igual que Enric, empezó a trabajar a muy temprana edad. En la década de 1970 compaginó sus estudios con un trabajo en Fox Regia. En aquel momento Fox estaba asociada con Regia Films de Arturo González de la que Quiquet  Gratacós Comas era socio. La Fox tenía la central en Barcelona.  En 1983 creó su propia empresa de distribución: Mediterráneo Films – Luk Internacional, con la ayuda económica de su padre. La primera película que distribuyó tuvo poca aceptación Message from Space (1978) de nacionalidad japonesa, con los actores Vic Morrow, Philip Casnoff y Peggy Lee Brennan, pero la segunda, El gendarme y los extraterrestres (1979), interpretada por Louis de Funès, fue un gran éxito.

Instalaciones técnicas de Luk Internacional.

El fracaso de la primera película fue suficiente estímulo para Paco para continuar en la distribución: según su filosofía un triunfo la primera vez lleva en un futuro al fracaso. Paco Gratacós, cual camaleón, fue adaptándose a lo largo de los años a las nuevas situaciones y reinventándose constantemente. De distribuir películas como La piel (1981), dirigida por Liliana Cavani, Los locos del bisturí (1982), Lío a Río (1984), que fue la última película dirigida por Stanley Donen, o To be or not to be, de Ernst Lubitsch, que estuvo en el cine Capsa de Barcelona casi 12 meses y en el cine Bellas Artes de Madrid 18 meses ininterrumpidos, se vio en la disyuntiva de hacer un cambio y pasarse al vídeo o a la televisión.

Dejó de lado el vídeo, pensando como muchos distribuidores que no llegaría nunca, arrepintiéndose tiempo después por el éxito que obtuvo cuando irrumpió, y optó por la televisión, justo en el momento de la llegada de las autonómicas. Eligió ese mercado. Aunque requería “picar mucha piedra”, como él ya estaba acostumbrado a hacerlo en el mundo del cine, no le supuso ninguna dificultad.

 

La Distribución para la Televisión

Así que, entre 1987 y 1989 hizo el salto del cine a la televisión. Contactó con Zoetrope Studios, la que fuera compañía de Francis Ford Coppola, y consiguió los derechos de películas como Apocalypse Now (1979), One from the Heart (Corazonada -1982) o The Outsiders (Rebeldes -1983) para las televisiones en España. Su tenacidad le valió tener una entrevista con Lucas Film después de dos años de espera y la obtención de los derechos de Tucker: un hombre y su sueño (1988), y, durante diez años, de las diferentes series de La Guerra de las Galaxias y más adelante En busca del fuego, Selva esmeralda, etc., haciéndose con un library de 200 o 300 películas.

Después, centró su interés en las TV Movies obteniendo un catálogo de unas 300 o más compañías americanas muy importantes. Cuando vio que la demanda decaía se pasó a la animación a pesar de su total desconocimiento en esa área, pero no fue óbice para salir airoso del reto. La frustración de no poder distribuir la serie Denver, The Last Dinosaur (Denver, el último dinosaurio -1988-1989) que tenía como protagonista a un dinosaurio verde, hizo que buscara otros animales verdes como revancha y los encontró: eran Las Tortugas Ninja que fue un gran éxito.

Francesc Gratacós Zaragoza y Paco Gratacós Matamala con el popular Doraemon.

Trajo a España series como Garfield, Snoopy, Rocky & Bullwinkle, Doraemon -que distribuye desde hace 23 años- o Shin Chan llegando a tener un catálogo de casi 10.000 medias horas de animación. Se ha convertido en una de las pocas distribuidoras independientes que tocan todos los palos: desde animación, cine infantil, TV Movies, largometrajes, miniseries y series hasta documentales y factuals. Con el tiempo, la empresa que dirige Paco Gratacós, Luk Internacional, además de ofrecer producto premium para las televisiones, proporciona también otros servicios relacionados con el sector.

 

 La Cuarta Generación

La cuarta generación de la familia Gratacós empuja con fuerza. Francesc, hijo de Paco trabaja desde el 2015 en el departamento comercial de Luk Internacional, junto a su padre, Miquel Gratacós.

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