España necesita sus propios Mickey Mouse

25 octubre, 2022

Tras varios años trabajando para posicionar a nuestro país como ubicación ideal para acoger rodajes
internacionales, hemos conseguido convertirnos en uno de los destinos más solicitados por las productoras de todo el mundo. Ahora es el momento de ampliar miras y tomar las medidas adecuadas para que todo lo logrado en este ámbito sirva de proteína que aumente el músculo del conjunto de la industria.

Mickey Mouse en su primera aparición

Seguro que cualquiera que lea este texto ha escuchado el runrún que proviene desde Estados Unidos con respecto a Mickey Mouse. El ratón animado, protagonista por antonomasia de la factoría Disney, ha formado parte desde su nacimiento de la vida de miles y miles de personas, instalándose en el imaginario colectivo de la cultura occidental desde hace casi diez décadas. Ahí radica precisamente el problema para el gigante que ostenta sus derechos: si nada cambia, el personaje pasará en 2024 a ser de dominio público, ya que la ley estadounidense establece que pasados 100 años, cualquier marca registrada pierde esa categoría y pasa a estar gratuitamente al servicio del público, pudiendo ser utilizada, versionada o mercantilizada por cualquier persona o empresa sin contrato previo.

Probablemente, Disney encontrará alguna estrategia para evitar tal suceso (como vender los derechos antes de que caduquen a cualquiera de sus empresas asociadas), pues las cantidades que ingresa por los royalties implican muchos ceros y bien valen algún cara a cara con la justicia. Pero este ejemplo nos sirve para ilustrar la tremenda importancia que ha tenido y tiene en el mercado la propiedad intelectual de las creaciones audiovisuales y sus productos derivados. Es uno de los pilares que sustenta la industria de Hollywood desde sus inicios, pero parece que a parte de la industria y, especialmente, a los políticos españoles todavía les cuesta, en ocasiones, darle la importancia que merece.

Las Chicas del Cable, Velvet Colección, Pequeñas Coincidencias, Foodie Love… fueron las primeras series que se produjeron en España para algunas de las plataformas OTT más importantes del mercado. Desde 2017, el talento que hay detrás del audiovisual español ha demostrado a toda la industria audiovisual no solo una capacidad inmensa para dar a luz producciones que ostentan los más altos estándares de calidad, sino también para sacar adelante ese tipo de proyectos premium con regularidad: La casa de papel, Élite, 30 Monedas, Sky Rojo, Fariña, El Inocente, Hierro…solo por citar algunas de las más populares de la inmensa lista.

Este maravilloso trayecto de cinco años ha permitido poner a España en la primera línea de batalla en cuanto a producción audiovisual se refiere. De hecho, somos el país líder en Europa en volumen de producciones para plataformas. Sin embargo, algo falla, ¿cómo es posible que habiendo alcanzado unos estándares tan altos y compitiendo siempre al máximo nivel en los tops de series, muchos de nuestros profesionales continúen sufriendo cierta precarización para desempeñar su labor?

La respuesta, según la visión de esta revista, radica en el primer párrafo del editorial. Hemos producido tanto y tan bien para otros, que nos hemos olvidado un poco de lo propio. Porque una vez finalizados los rodajes y procesos de postproducción y pagados los salarios, impuestos, alquileres y alojamientos correspondientes a cada trabajo de todas esas series de relumbrón… empiezan a generar réditos para otras industrias que no son la nuestra.

No se malinterprete la intención de este artículo. Es FANTÁSTICO que los gigantes del mercado tengan a España como destino predilecto para rodar. Gracias a ello, el sector cuenta prácticamente con pleno empleo a día de hoy. Disponemos de técnicos y empresas de enorme talento que evolucionan a diario gracias al nivel que exigen este tipo de rodajes, en los que las plataformas piden las mejores condiciones, técnico-artísticas para su desarrollo y finalización. También nuestras magníficas y variadas localizaciones resultan beneficiadas cuando una productora las señala como el emplazamiento idóneo para su rodaje, suponiendo un impulso importante también para el turismo y el empleo local.

Sin embargo, resulta imprescindible que nuestras instituciones políticas, que con tanto acierto han puesto en marcha medidas de promoción para la atracción de rodajes internacionales y facilidades de todo tipo para que las plataformas internacionales instalen sus centros de producción en España, tomen ahora otro tipo de herramientas enfocadas a potenciar el audiovisual español propiamente dicho. Tres son fundamentales a corto plazo:

• Proteger por ley la retención de un porcentaje mínimo de propiedad intelectual por parte de la empresa española que produzca una película o serie para plataformas, ante la incapacidad del mercado para regular las relaciones entre pequeños y grandes players. La ley ha de reconocer al productor independiente como productor creador con un porcentaje aceptable, que le permita recibir aquellos royalties que le correspondan como tal y no como un simple gestor de producción.

• Subsanar el enorme perjuicio que pueden suponer para nuestra industria las modificaciones introducidas a última hora en la Ley General de Comunicación Audiovisual. Es necesario que el texto diferencie claramente a los productores independientes de los prestadores de servicios de televisión y plataformas, con el fin de que únicamente los primeros sean destinatarios finales de ayudas a la producción. De ese modo, ese dinero público posteriormente podrá ser reinvertido por ellos como contribución directa a la obra en cuestión y negociar, en consecuencia, la retención de un porcentaje más elevado de la IP que más adelante tributará sus correspondientes beneficios en suelo español, cerrando el círculo.

• Diseñar nuevas líneas de incentivos fiscales que, más allá de atraer producciones extranjeras, permitan a las empresas españolas realizar importantes aportaciones de capital en las producciones con plataformas. Debido a que la tendencia global parece apuntar a que las grandes OTT tendrán cada vez menos capacidad de inversión en obras originales, será fundamental que nuestras empresas tengan suficientes herramientas a nivel fiscal para negociar sus propias aportaciones y   royalties en producciones destacadas.

En conclusión, que nuestro audiovisual llegue al siguiente nivel depende directamente de que seamos capaces de crear nuestros propios Mickey Mouse. No debe volver a pasar que     los réditos de obras de impacto mundial de La Casa de Papel o Élite se nos escapen a manos de terceros, como podría suceder próximamente con los del famoso ratón.

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