La mente humana siempre ha fantaseado con futuros donde la tecnología modificaría completamente el modelo de vida de toda la sociedad, trasladando estas proyecciones a infinidad de obras audiovisuales. Por Miguel Varela.
En pleno 2023, cuando uno mira todas esas obras literarias y cinematográficas que han tratado de predecir el futuro y las innovaciones tecnológicas que se describen en las mismas y lo compara con los innumerables avances que surgen cada día en todos los rincones del globo, la distopía se convierte en realidad. Hemos llegado a un punto donde las noticias que recogen los diarios sobre avances científicos y técnicos resultan, incluso, difíciles de comprender o imaginar sus consecuencias por parte del ciudadano de a pie. La realidad no solo supera la ficción, la desbanca a diario.
Inteligencia artificial, digitalización, producción virtual, automatización, Big Data… son algunos de los conceptos destinados a modificar el panorama social y, especialmente, el empresarial en los próximos meses. Los grandes avances que llevan años anunciándose como los puentes disruptores hacia el futuro han llegado a nuestras vidas, contextos laborales, medios de transporte y entornos productivos mucho más rápido de lo que podía parecer hace apenas tres décadas, cuando internet irrumpió en nuestras vidas para transformar el concepto de globalización en una realidad, que evolucionó progresivamente hacia lo que hoy podríamos denominar ‘la sociedad hiperconectada’.
Así llegamos a este momento clave, en el cual las principales empresas a nivel mundial de sectores clave como energía, salud, finanzas o comercio están apostando definitivamente por soluciones avanzadas y automatizaciones basadas en Big Data e Inteligencia Artificial para tomar decisiones clave que marcarán el rumbo en el futuro próximo: ritmo de producción, seguridad, predicciones económicas o estrategias macro dependerán de las conclusiones arrojadas por estas tecnologías.
Esta perspectiva arroja innumerables incógnitas sobre las consecuencias e implicaciones éticas y económicas que plantea ponerse en manos de este tipo de tecnologías para tomar decisiones clave para los mercados. “¿Son sostenibles estas iniciativas a nivel medioambiental?”, ¿Estará comprometida la seguridad de los datos de los usuarios?”, “¿Se producirá un impacto real en los costes de producción o precio final de productos imprescindibles?”, “¿Es ético que una máquina tome decisiones que afectarán al futuro de personas de carne y hueso”… las cuestiones son casi tantas como las posibilidades.
Ante la incertidumbre, suele ser una buena respuesta observar precisamente la ficción que ha desarrollado el ser humano al respecto de un tema en concreto y las recomendaciones y consejos que nos arrojan sus narrativas. De la infinidad de obras surgidas en los últimos dos siglos sobre supuestos en los que la tecnología superaba las capacidades humanas y podía actuar prácticamente de un modo autónomo, surgen dos lecciones: lo imprescindible del criterio humano en la toma de grandes decisiones y la ineficiencia de arrojarse en brazos de lo que todavía no se comprende al 100%.
Por ese motivo es vital que las personas nos encontremos en eventos como ISE. Porque estos eventos tecnológicos permiten entender juntos todo lo que viene. Futuro y presente están más unidos que nunca y debemos esforzarnos por analizar y compartir entre todos los descubrimientos que presentan las grandes empresas y sus implicaciones. Solo así conseguiremos que sean realmente útiles para el conjunto de la sociedad.
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