El éxito en taquilla de las últimas superproducciones USA está demostrando que el espectador de películas con altos presupuestos y grandes efectos visuales y sonoros está dispuesto a volver. Pero también estamos viendo que con eso no es suficiente. Los cines no recaudan las cifras necesarias para su mantenimiento. Hay otro público que se ha perdido y que está necesitado de estrategias innovadoras para regresar. Por Antonio Carballo
Por poner un ejemplo cercano, en un buen restaurante debe haber al menos un plato que se adecúe a cada tipo de cliente. Para eso está la carta muy visible y además en distintos idiomas. Y en los cines ahora apenas se ve cine independiente. No porque no lo haya, ni porque carezca de la calidad suficiente. Es porque al público, salvo honrosas excepciones, no le da tiempo a enterarse de que se estrenan.
Las distribuidoras de estas películas independientes carecen del presupuesto mínimamente aconsejable para promocionar sus nuevas películas y el resultado de su paso por las salas de cine está abocado al fracaso. Aquí es necesario un gran esfuerzo del ministerio de Cultura para tomar la batuta y buscar un buen equipo de creativos que encandilen a ese público perdido para que vuelva a las salas de cine mediante una gran campaña publicitaria. La campaña “Hambre de Cultura”, lanzada hace unos meses por ese ministerio apenas ha tenido visibilidad, ni siquiera ha pasado por alguna de las muchísimas emisoras públicas de televisión que mantenemos con nuestros impuestos.Sabemos que está en preparación una nueva emisión del BONO CULTURAL JOVEN. Es una gran idea, pero también insuficiente. Sólo es válida para las personas que cumplen 18 años en este 2023…
¿Qué más se podría hacer? La única vía que se me ocurre es llegar a un gran pacto nacional con todas las emisoras de televisión de titularidad pública para que se involucren en campañas que representan un bien social. Y que coste que no me refiero solo a promocionar la vuelta a los cines. Naturalmente, deberían apoyar también al teatro, a los espectáculos en vivo, a las exposiciones y a los museos. A cualquier evento que movilice a la población, que haga salir a la calle a los españoles.
¿Por qué tratamos este asunto como un “bien social”? Si hablamos con cualquier especialista en salud nos confirmará que la gran pandemia del siglo XXI, la gran pandemia de verdad, es la obesidad. Y, sin embargo, la mayoría de los mensajes que reciben los ciudadanos es que todo se puede conseguir sin moverse del sofá. Es un sinsentido… Estoy hablando de algo muy serio. Algo de lo que depende el modelo de sociedad del futuro. ¿Queremos calles vacías de peatones, solo utilizadas por los repartidores de bienes de consumo a domicilio? ¿Queremos mantener nuestra tradición cultural de usar poco el sofá y salir a la calle para comer, comprar, disfrutar de grandes espectáculos?
Creo que el Estado en su conjunto debería abordar esta disyuntiva y poner al servicio de la solución correcta todos los medios públicos de comunicación. Todos deberían emitir un programa semanal de casi una hora, informando al público sobre las películas independientes, y preferentemente las europeas que van a estrenarse en salas en las dos o tres semanas siguientes. No se trataría de un programa para cinéfilos, que ya tienen ‘Días de Cine’, sino un programa pensado para gente corriente, la que quiere ir al cine y no sabe qué ver. El coste de este programa sería irrisorio dentro de los presupuestos del Estado, pero sus efectos sobre la Cultura popular podrían ser inmensos, señor ministro de Cultura. Y, además, salvaríamos un muy importante sector de la economía nacional, señora ministra de Hacienda, manteniendo docenas de miles de puestos de trabajo, señora ministra del ídem.