Ni el propio Almodóvar pudo evitar responder a unas palabras desafortunadas de un político parlanchín con ánimo de protagonismo. «Los señoritos son los que quieren vivir de producir obras cinematográficas que luego no ve nadie a costa de millones y millones de euros que pagan con mucho esfuerzo los contribuyentes españoles», decía García-Gallardo, recordemos vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Pero, ¿qué hay de verdad en ello?. Por Juan García
Porque, aunque nos duela, hay algo de verdad, pero no la verdad a la que se refiere el señor García-Gallardo. El gasto en Cultura por parte de la administración general del Estado se ha ido recuperando tras el gran tijeretazo sufrido de 2008 a 2013, completándose esa recuperación una vez que los grandes grupos internacionales han llegado a España para apoderarse de pleno derecho de toda la masa de creadores que en las plataformas han encontrado el vehículo perfecto para que muchas de sus obras vean la luz.
Pero más concretamente, ya no hablando de subvenciones sino del resultado de las mismas, en números globales, a pesar de casi duplicar el número de producciones estrenadas en salas de cine durante este último 2023, estas no se han traducido en un crecimiento significativo del rendimiento en la taquilla del producto nacional. ¿Esto da mayor veracidad a la afirmación de que los cineastas son unos señoritos (y señoritas, que aquí no se libra nadie)?
No. Sencillamente nos dice que se está invirtiendo mal, apoyando deficitariamente las herramientas de promoción que tienen estas obras ni creando tampoco unas reglas vía legislativa que permitan al cine nacional competir con estos megalodones del marketing que inundan nuestras marquesinas, nuestros periódicos y nuestras redes sociales. Como dice mi buen amigo Jordi Carbonell, no se puede producir todo, pero desde luego lo que se produce, hay que venderlo.
Aquí lo único que han intentado algunos señoritos (y señoritas, repito) es trasladar al mundo de la Cultura su particular visión de cómo se hace política, basada en el discurso grandilocuente y poco o nada en los resultados. Realmente las palabras de García-Gallardo perpetúan ciertas ideas en el imaginario colectivo del votante sin buscar soluciones a los problemas reales que sí tiene el mundo del cine.
Por estas cosas me duele menos pagar para ver una película mala que oír un discurso político; una peli mala solamente te hace perder el tiempo, y los discursos políticos ya ven, dense un paseo por las redes sociales… si osan. Ambas cosas son perfectamente comparables ya que ambas están subvencionadas con dinero público; en concreto, en 2021, el 65% de los ingresos del partido político de García-Gallardo provenía de subvenciones públicas, así que tampoco él escapa a la crítica.
Pongamos el foco en las cosas y personas realmente importantes
El único que no erraba ni en una sola de sus comas durante su discurso era José Sacristán, que hacía mención a algo que sí ha parecido olvidar todo el mundo del cine, de la política y hasta de la sociedad: el patrimonio cultural cinematográfico. Creo que es muy sencillo entender que el patrimonio cultural se ha de proteger en la medida de lo posible y uno de los aspectos más importantes (al menos para mí desde hace ya muchos años) es su independencia o, mejor dicho, su no dependencia de la financiación extranjera.
Si se deja caer el mundo de la Cultura y el universo de los creadores en los entresijos del capitalista mundo del entretenimiento, adiós a la diversidad en las voces y en los discursos de la Cultura en general. Es de lógica pura que la competencia genera diversidad y mantiene vivo el universo cinematográfico, y poco a poco estamos viendo que los grandes grupos tecnológicos se han apoderado de nuestros creadores más importantes, limitando esta diversidad y haciendo un peligroso trasvase de la Cultura desde lo público hacia lo privado.
Tal es la autoridad en el mundo audiovisual de la empresa privada que el nombre de la empresa Netflix se usaba no en uno, ni dos, sino en hasta cuatro discursos de los ganadores de los premios Goya. Algo completamente inaudito y que me erizaba la piel, no por demérito de Netflix, todo lo contrario. Han visto una oportunidad de mercado y la han sabido aprovechar; han visto el deficiente apoyo a la industria cinematográfica española a pesar del brutal potencial comercial que tiene, han puesto el dinero que se tenía que poner y lo han transformado en una máquina de generar suscriptores e imagen de marca.
El demérito es nuestro, que estamos viendo cómo se privatiza una de nuestras industrias más valoradas fuera de nuestras fronteras. Porque ahí donde unos veían unos ‘señoritos chupa subvenciones’ y otros un titular fácil para ganar votos, la empresa de la gran N roja vio una fuente de contenidos que les ha ayudado a pegar un pelotazo a nivel mundial.
Bayona, el gran ganador; el público, el gran perdedor
Netflix siempre ha visto a las salas de cine como un vehículo para promocionar su marca por encima de todo y todos, imponiendo sus reglas, cosa que hemos denunciado innumerables veces desde Cine y Tele Pro
Es por ello que, yo al menos, dejaré de hacer promoción de su marca siendo a partir de ahora ‘esa plataforma de la N roja’; creo que es lo justo.
Tampoco le parecía justo, y con más razón que a un santo, a Bayona, que La Sociedad de la Nieve no se hubiera podido estrenar en dos de las cadenas más grandes del país por desavenencias con la plataforma de la N roja. Pero las razones ya han sido expuestas antes; hay unas reglas que nos deben servir para todos en la exhibición.
Gracias a la plataforma de la N roja, hemos visto cómo uno de los proyectos más especiales de J.A. Bayona se hacía realidad y tenemos que mirar hacia nuestra industria preguntándonos por qué ha tenido que ser la plataforma de la N roja quien ha puesto los medios para que se hiciera realidad. ¿Por qué el director de cine más importante e internacional del panorama nacional y amante de las salas de cine ha tenido que aliarse con una de las plataformas que promueven la ruptura de las relaciones entre plataformas y salas de cine?
Hay una serie de verdades irrefutables a este respecto:
- La Sociedad de la Nieve no se ha estrenado a nivel nacional en todas las salas en las que se debería haber estrenado; por lo tanto, no ha llegado a todo el público.
- La ventana de exclusividad en cines era casi inexistente, ayudando como siempre a la confusión del cliente sobre cuál es el mejor lugar en el que disfrutar esta película. Ya os lo digo yo, en una sala de cine, sin distracciones y con la mejor tecnología. ¿O acaso ponemos en duda todos los Goya que recibió por los aspectos técnicos? No, no tenéis Atmos en casa, hacedme caso.
- La campaña de marketing lanzada por la plataforma de la N roja rozaba lo irrespetuoso, anunciando en letras gigantescas su marca y la fecha en la que la película estaría disponible en su plataforma.
- Aunque la plataforma de la N roja, en principio, se negaba a dar los datos, gracias al ICAA sabemos que ha recaudado unos 2,8 millones de euros y logrado más de 410.000 espectadores.
- Tras su paso triunfal por los Goya, muchas salas de cine se han encontrado con la negativa a su reestreno en la gran pantalla por parte de la N roja, como se hace tradicionalmente con las ganadoras de grandes premios.
Aunque mucha gente se crea a pies juntillas discursos simplistas al respecto de una industria tan compleja, ramificada e importante como la cinematográfica, más que demasiado, ¿no estaremos invirtiendo demasiado poco y mal en nuestro cine?
Con amigos así, el Partido Popular no necesita muchos enemigos… Estimamos que las palabras de García Gallardo pueden hacerle perder al PP más de 400000 votos a nivel nacional. Las 400000 familias que directamente viven de la producción audiovisual.