Hay momentos en la vida de las personas que se quedan grabados para siempre. Y seas futbolero o no, el gol de Iniesta en los Mundiales de Suráfrica es uno de ellos. Juan García, desde su casa en Galicia, ha metido otro gol a la prensa especializada mundial con su artículo-reflexión que tenemos el honor de publicar en estas páginas de Cine & Tele PRO. No se puede explicar más claramente la disrupción que se ha abierto entre la industria del entertainment y las nuevas generaciones. Si van ustedes a dedicar 5 minutos de su vida a leer algo con fundamento, lean esto, por favor. Nos lo agradecerán.
Los videos cortos y el scroll infinito, más nubes negras sobre el mundo del cine, por Juan García
«Si alguna vez hago DUNE 3, será porque va a ser mejor que la segunda parte; de otra forma, no la haría», decía recientemente Denis Villeneuve. Si lo piensas bien, es la idea más disruptiva que se puede tener en una realidad audiovisual viciada por el concepto de buffet libre que se asentó en nuestros dispositivos durante la pandemia, aunque siendo justos, simplemente aceleró una tendencia que ya existía mucho antes. Bienvenidos a un mundo en el que el scroll infinito y los videos cortos han secuestrado a toda una generación.
El mundo audiovisual nunca había sido tan grande ni tan insignificante como lo es hoy en día. Tan grande porque nunca antes se había invertido y producido tanto contenido, y tan insignificante porque la mayor parte de él pasa completamente desapercibido, y el que se consume mayoritariamente está enfocado puramente al entretenimiento. No deberíamos olvidar que el material audiovisual no se limita al generado a través de los agentes tradicionales del negocio, como productoras, distribuidoras, en tu TV o en una sala de cine. Las toneladas de contenido que genera el usuario común y que se publica en las redes sociales, es realmente el contenido que consumen en su día a día las nuevas generaciones.
Sus estrellas del cine ahora se llaman influencers o streamers.
El Peak TV: La huida hacia delante
Podríamos definir de una manera muy sencilla y hasta un poco burda, que el Peak TV ha sido el pico de producción directa al consumidor, a una calidad muy por encima de la habitual para los contenidos directos a TV, y que consiguió durante unos años capitalizar al mundo audiovisual. La pandemia fue el escenario perfecto para uno de los sueños húmedos de la industria del cine: el monopolio.
Si bien los nuevos operadores de las plataformas de streaming consiguieron seducir a gran parte de los consumidores con la exclusividad de sus servicios OTT y sus producciones de alto coste, ahora han de volver a estrategias más cercanas a la TV tradicional (con sus canales FAST) o a la licenciación de contenidos, primando de nuevo la cantidad sobre la calidad y sin haber ganado realmente la difícil batalla que supone la generación Z. Las consecuencias laborales de este crecimiento descontrolado y descompensado ya las tenemos aquí.
En Estados Unidos, la bajada de producción de contenidos ya es algo más que palpable en todos los ámbitos de Hollywood y a todos los niveles, desde el más bajo, hasta incluso a puestos ejecutivos, que ven ahora a LinkedIn como un improvisado muro de los lamentos en el que airear la ausencia de proyectos. ¿Esto nos puede pasar a nosotros en la industria nacional? La pregunta no es si va a pasar, es cuándo nos va a pasar y cómo nos hemos protegido para esto.
El estatuto del artista: la respuesta incompleta
En septiembre de 2022, cuando se presentó el estatuto del artista, tuve la suerte de poder participar en uno de los eventos de presentación con el por entonces ministro de cultura, Miquel Iceta, en el que nos reunimos varios representantes de las diferentes industrias audiovisuales y artísticas. Más de un asistente aireaba sus dudas en cuanto a la valía real de un documento como este, ya que era un simple esbozo con buenas intenciones pero pocas certezas respecto a cómo proteger el salario y el futuro de los trabajadores de una de nuestras industrias más importantes.
No fue hasta enero de 2023 cuando se publicó un decreto ley que mejoraba estas condiciones en forma de mayor protección social, desempleo y jubilación. A pesar de esto hace unos días La Vanguardia publicaba que dos de cada tres artistas en Cataluña viven por debajo del umbral de la pobreza y que solamente uno de cada cuatro supera los 18.000€ anuales. Este estudio hablaba de todo tipo de artistas, no solamente del mundo cinematográfico y no hablaba explícitamente de todas la industrias auxiliares como maquilladores, carpinteros o electricistas que trabajan en los rodajes.
No es sencillo poner en marcha este tipo de iniciativas, pero hay que tener en cuenta que la mayor parte del ecosistema empresarial de producción, distribución y exhibición nacional depende de una decena de grandes grupos empresariales, de su músculo económico y comercial para seguir financiando y creando contenidos que mantengan en pie al sector.
La relación con los grandes grupos audiovisuales
La entrada de grandes empresas que tienen más intereses comerciales que culturales, como Apple, Amazon o Google, en el mundo audiovisual, ha cambiado totalmente el panorama empresarial que controla nuestra cultura. Muchos han defendido esta nueva forma de trabajar, pero es importante recordar que son empresas privadas y no estamentos públicos enfocados a la protección de las industrias y culturas de cada territorio donde operan. No hay que confundir estrategias comerciales que buscan empatizar con la cultura local con realmente un movimiento de proteccionismo cultural o social. No esperen que nadie que no seamos nosotros mismos lo haga.
Mientras el mercado les beneficie, la inversión seguirá siendo alta, pero el fin del Peak TV provocará el fin de una producción desmesurada que afectará directamente a estos puestos de trabajo y a todas esas voces que estaban defendiendo esta industria. Teniendo en cuenta además el deficitario control a largo plazo de la propiedad intelectual que tiene el mundo de los creadores, especialmente los emergentes, y el abaratamiento de las herramientas de producción gracias a la inteligencia artificial, esto puede suponer un trasvase de creadores hacia canales de distribución que les permiten un contacto directo con el consumidor y un control total de su obra.
Efectivamente, el cine y las plataformas se enfrentan a un mismo problema: las redes sociales.
Los videos cortos y el scroll infinito: la cocaína de nuestro siglo.
Los dispositivos móviles han revolucionado la forma en la que nos relacionamos con el mundo y, por lo tanto, cómo se relaciona el mundo de la publicidad, las marcas y también el cine con los consumidores, pero esta transformación nos ha traído varios efectos secundarios no deseados.
Gran parte de la población está acostumbrada a vivir en un estado de «multitasking» continuo, rodeada de pantallas: el móvil, el ordenador, la TV, hasta el reloj de tu pulsera. Día a día recibimos constantes estímulos pero, al mismo tiempo, nos estamos acostumbrando a no concentrarnos en ninguno de ellos. Nuestra capacidad de análisis y nuestro pensamiento crítico dependen directamente de nuestra capacidad de atención y comprensión, pero ya no tenemos tiempo para ello entre notificación y notificación.
Para la industria cinematográfica, que sus clientes sean incapaces de ver una película sin consultar constantemente la pantalla del móvil, es un problema profundo y absolutamente crítico. La gran pantalla, especialmente, depende de la experiencia inmersiva que se genera en sus salas y esto no es posible si el propio cliente torpedea su propia experiencia y, por ende, la del público que le rodea.
La solución pasa por fomentar experiencias libres de distracciones y la protección del universo de inversores y creadores, ya que sin este trabajo previo, es prácticamente imposible hacer entender al público que puede leer los 53 mensajes del grupo de «churrascada el domingo» cuando acabe la película sin que esto ponga en grave peligro su vida ni la de sus familiares. Deben entender que hacerlo es una grave falta de respeto para la obra y para el resto de asistentes.
El cine como las escuelas puede enseñar, pero no educar.
La suma de todos los múltiplos
Si ponemos todo en la balanza, cantidad sobre calidad, fin del modelo Peak TV puro y duro, desprotección laboral e intereses corporativos a gran escala, trasvase del talento a las redes sociales y a toda una generación enganchada a una pantalla, el mundo del cine y sus profesionales van a necesitar mucho más que buenas intenciones para mantener un ecosistema en el que los clientes presten atención durante un par de horas a un contenido que les invite a la reflexión, al análisis y al debate.
Viendo cómo la inflación ha crecido en campos como la educación, los cuidados médicos o el sector inmobiliario, y ha bajado tanto en el precio de los televisores, está claro que cuanto menos reflexionemos, analicemos y debatamos sobre las cosas realmente importantes, mejor. Nótese la ironía.
Estoy seguro de que si Antonio Mercero rodase a día de hoy La Cabina, encerraría al bueno de José Luis López Vázquez dentro de un móvil. Cuanto me alegro que ninguno de los dos se tengan que labrar sus carreras en estos tiempos tan complicados para el verdadero talento.