Para los lectores inquietos que prefieran no leer el texto completo, adelantamos la respuesta a nuestra pregunta: SÍ. Y ahora, para los más reposados, hablaremos del por qué. Por Juan Garcia
Francis Ford Coppola ha tenido que financiar de su propio bolsillo su última película, Megalopolis, con un presupuesto de 120 millones de dólares que nadie en la industria ha querido invertir. Recién estrenada en Cannes, sus primeras críticas están muy polarizadas, y algunas la tachan de excesiva. ¿No os recuerdan estas reacciones a las que provocó en su día Apocalypse Now? Además, parece que ningún gran ejecutivo del clásico Hollywood se anima a distribuirla de momento. Y lo que es peor: cuando lo hagan, ¿sabrán diseñar una campaña para un contenido tan alejado de los típicos “artefactos” hollywoodienses?
Nadie quiere mi película
En los primeros años de la era del streaming, grandes plataformas como la de la N roja pusieron el dinero necesario para que obras que nadie se atrevía a producir vieran la luz. Este es el caso de El Irlandés de Scorsese o Bardo, en un movimiento que a mí personalmente siempre me pareció más una inversión en valor de marca que una apuesta real por un modelo de producción alejado de los cánones de Hollywood. (Por cierto, del que podría incluso haberse beneficiado el cine independiente. Gran ocasión perdida).
La estrategia actual de la N roja y otras plataformas de streaming parece más alineada con la producción masiva de contenidos de entretenimiento, con producciones de telerrealidad muy similares a los programas sensacionalistas de Nieves Herrero, en lugar del enfoque profundo y meticuloso que caracterizó obras como A Sangre Fría de Truman Capote. Compiten contra la segunda pantalla que supone el móvil y están perdiendo la batalla de la atención del público más joven.
En esta tesitura es fácil entender que una producción (que no venderá merchandising y que no tendrá campañas virales en TikTok) como es el caso de Megalopolis, la obra final de Coppola va a tener tremendamente complicado llegar a la gran pantalla. Nadie en la industria parece recordar que las patas que sustentan al Cine son el negocio y el arte, y ambos, por definición, son apuestas a un solo número, el espectador.
El nuevo modelo de producción que impulsan las grandes plataformas está abduciendo a los nuevos creadores, empujándolos hacia la autoproducción y el uso de herramientas de alta tecnología, como las inteligencias artificiales y los servicios de distribución de contenidos libres, incluyendo YouTube y Twitch, lo que reduce drásticamente la calidad cultural y artística de los contenidos que llegan a la gran pantalla. No es posible escribir un gran guion en un mes, ni en dos… Opino que tampoco es posible rodar una gran obra de forma mecánica y periódica, como demandan los millones de suscriptores de las plataformas… Los grandes guiones de la historia del cine han requerido años para alcanzar su versión óptima. Contratar al casting adecuado tampoco es algo que se pueda hacer en dos días. Y encontrar al gran genio que ponga ese guion en condiciones de absorber la atención de media humanidad, ya entra en la categoría de milagro. Es lo lógico: las grandes obras no se producen con una fotocopiadora.
¿Tienen las plataformas la misma relevancia cultural que el Cine producido para su estreno en las salas?
Esta nueva dinámica obliga a los creadores a adaptarse, pero también plantea desafíos. La industria debe seguir incentivando la producción cultural de calidad, que tenga un impacto significativo tanto en el ámbito cultural como en el negocio. De lo contrario, el cine podría verse reducido a un modelo de negocio similar al de las cadenas de comida basura. El cine de las plataformas podría ser (ya lo es, salvo excepciones) algo así. Este fenómeno es comparable al comentado antes sobre Coppola (pero en el polo opuesto) cuando algunos directores que, no disponiendo de capital propio ni contando con inversores tradicionales interesados en su trabajo, recurren a estas nuevas alternativas de producción “en cadena”, aunque no sean las más adecuadas para sus proyectos.
El número total de salas de cine no ha disminuido significativamente, pero sí lo ha hecho el número de butacas por sala, lo que refleja una tendencia hacia un consumo de contenido más exclusivo y premium. Como industria, debemos ser conscientes de que el contenido premium debe elevar nuestro impacto cultural, no solo el negocio. En este contexto, considero que ciertas obras recientes son eventos importantes que definen nuestro comportamiento como industria y señalan el futuro por el que deberíamos luchar.
Tampoco las grandes cadenas de exhibición se escapan de las películas basura.
Tim Richards, CEO de VUE, en una entrevista con Deadline: ¿Y si distribuimos nuestras propias películas?
“Este año hay algunas películas asombrosas que me emocionan personalmente y profesionalmente. Pero no tenemos tantas películas como necesitamos. Así que decidimos acelerar nuestros planes para crear nuestro propio vehículo de distribución. Tuve la ocasión de ver el efecto producido por There’s Still Tomorrow cuando se estrenó en Italia utilizando solo la promoción de boca en boca. Me dejó impresionado. Algunas películas entretienen, otras asustan, otras te hacen reír y algunas son puro arte. Paola logró de alguna manera combinar todo eso en una película. Así que pensé que es una película para la que tenemos una audiencia en el Reino Unido y nadie la estaba trayendo aquí.”
Estas palabras de Tim Richards, CEO de VUE, una de las cadenas de multisalas más interesantes del Reino Unido, son acertadas en todos los sentidos. Claramente, habla de lo estrangulada que está la distribución de películas para las grandes cadenas de exhibición y de nuestra responsabilidad para que esto deje de ser así.
Las grandes multisalas deben tener un papel activo no solo en la programación, sino en servir como amplificadores de esas voces que no tienen eco en los canales de distribución ultraprocesados que todos conocemos. A tenor de los tibios resultados de alguna película que servía como pistoletazo de salida de la campaña hollywoodense de estrenos veraniegos, parece que el mayor riesgo para los grandes “Studios” es el de seguir haciendo las mismas películas, usando los mismos trucos, con las campañas publicitarias de siempre.
La historia del cine nos ha demostrado que incluso grandes fracasos han marcado un antes y un después en el enfoque artístico de un género o del negocio en sí mismo. Si solamente se ofrece entretenimiento, será justo esa nuestra mayor competencia… y a día de hoy, el consumidor tiene innumerables fuentes de entretenimiento al alcance de su mano. Quizá, de la mano de apuestas más profundas y complejas, encontremos el camino para atraer a comunidades de consumidores ávidos de voces diferentes que les cuenten historias nuevas.
En conclusión
La relevancia cultural de las películas sigue en transformación. Mientras las plataformas de streaming ofrecen nuevas oportunidades para producir de forma masiva, también presentan desafíos que la industria debe abordar para mantener y elevar el valor cultural del cine en la era digital. Creo que ahora se entiende mejor cuando digo que las salas de cine democratizan el acceso a la cultura.