Granja de Clicks: ¿Lo viral es auténtico o comprado?

1 julio, 2024
En la era digital actual, es de buen saber que tanto usuarios individuales como empresas utilizan servicios online para incrementar de manera artificial sus likes y seguidores en redes sociales. Por Fátima Jarmouni
Granja de clicks

Es bien conocido que en los rincones menos visibles de internet se puede encontrar prácticamente cualquier cosa. Sin embargo, ¿sabías que también es posible adquirir visitas, likes o suscriptores? Esto es algo que los jóvenes ya conocían desde la época del cierre de Tuenti, coincidiendo con el auge de Instagram y Twitter (ahora X).

En el pasado, existían plataformas que ofrecían aumentar la visibilidad en redes sociales a cambio de ver vídeos publicitarios. No obstante, estas prácticas solían implicar el uso de la cuenta del usuario para dar likes o seguir otros perfiles, lo cual resultaba perjudicial a largo plazo. Aunque estos métodos marcaron el inicio del aumento de likes y seguidores, en aquel entonces se utilizaban cuentas reales porque los usuarios les otorgaban acceso directo.

Este tipo de prácticas se dejaron de utilizar, al menos de forma gratuita. Con el auge de los influencers, grandes marcas comenzaron a interesarse por crear un nicho de mercado en el cual pagaban una cantidad determinada de dinero al influencer para que promocionara su producto. Si eras un individuo de este entorno, sabías que cuantos más seguidores y likes tuvieses, más oportunidades de promoción recibirías. De igual manera, si eras una empresa, entendías que cuantos más seguidores y likes acumularas, mayor sería la atracción para potenciales compradores de tu producto.

Granja de clicks

¿Cómo se relaciona todo esto? Pues bien, donde hay una ley, hay una trampa. Surgieron ciertos sitios web, conocidos como click farms o granja de clicks, que utilizaban cuentas falsas (bots) para proporcionar visitas y likes a las cuentas que las contrataban. En resumen, una persona sentada frente a un ordenador, conectado a múltiples dispositivos, se encargaba de generar likes, seguidores o visitas.

Así funcionaba la última versión, pero hoy en día existe una tecnología más avanzada y especializada: los llamados box farming. En este sistema, teléfonos sin pantallas ni baterías están conectados entre sí, formando una interfaz de ordenador. Esto elimina la necesidad de utilizar móviles o tablets completamente funcionales, requiriendo únicamente la placa base de los dispositivos.

El costo de contratar estos servicios varía considerablemente según la demanda y la mayoría provienen de países asiáticos. Por ejemplo, se pueden adquirir 10.000 suscriptores en Instagram por 55 euros o 2.500 «Me gusta» en una página de Facebook por 70 euros. Los precios dependen de la cantidad que se desee contratar, pudiendo oscilar desde diez seguidores hasta cientos de miles.

Técnica ‘box farming’

Ahora bien, a raíz de todo esto surgen ciertos temas que merecen una reflexión. En primer lugar, el uso de estas herramientas para incrementar la audiencia y generar ingresos, tanto por parte de particulares como de empresas, plantea la pregunta de si esto constituye un fraude tanto para el público como para las partes involucradas en el contrato. ¿Qué tan genuino es el valor de un producto cuando se manipula artificialmente su popularidad?

Por otro lado, surge la cuestión de la necesidad humana de destacar en las redes sociales, ese impulso de jóvenes y adultos por alcanzar la viralidad. ¿Podría interpretarse como un síntoma de baja autoestima, llegando al extremo de pagar por obtener aceptación social y sentirse reconocidos como famosos?

Finalmente, esto también podría representar un riesgo significativo a nivel político y social. Imaginemos miles de bots propagando un único punto de vista en las redes, manipulando la opinión pública y condicionando las percepciones de quienes creen que la cantidad de likes determina la verdad absoluta, como una especie de nueva autoridad moral. Además, existe el riesgo de que estos bots sean utilizados para acosar a individuos mediante ciberacoso y ciberbullying, desplegando una campaña coordinada de denigración impulsada por una única opinión y recursos económicos.

Aunque Meta ha estado eliminando estos bots en los últimos años, sigue siendo muy sencillo crear una cuenta en una red social sin la necesidad de verificaciones obligatorias. Esto significa que, incluso si se cierran un número considerable de cuentas falsas, los likes y las visitas generadas por ellas continúan existiendo, y siempre existe la posibilidad de crear más cuentas fake. ¿Sería adecuado que se impusieran leyes internacionales para la verificación obligatoria para mitigar este problema?

Técnica ‘box farming’

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