Carta abierta de Antonio Carballo a la Industria Audiovisual

3 septiembre, 2024

Estimados amigos,

Esta vez quisiera reflexionar en voz alta con todos vosotros sobre la extraña situación en la que se encuentra nuestra industria como consecuencia no deseada, creo yo, de la hiperabundancia de fondos públicos destinados a la producción. En una próxima carta abordaré el desamparo en que, por el contrario, se encuentran distribución, industrias técnicas y exhibidores.

La consecuencia no deseada es, como ya sabéis todos, la inflación del número de películas producidas. Películas en su mayor parte de muy bajo presupuesto, casi “domésticas”, realizadas con equipos técnicos y humanos donde prima la buena voluntad sobre la realidad de unos costes continuamente en alza. Esto perjudica seriamente a nuestro prestigio como país (nos quedamos continuamente fuera de los principales festivales). Pero también en el ámbito de las empresas, por ejemplo las excelentes empresas españolas de postproducción, tanto de imagen como de sonido, produce un efecto negativo ya que no pueden competir en precio con otras empresas, peor equipadas, que ofrecen a los productores unos servicios básicos (“con que se vea y se oiga medianamente bien, ya vale” es la frase del día). Los productores se conforman con tener algo así como una “prueba de vida” de unas obras que necesitan la calificación del ministerio de Cultura, trámite imprescindible para beneficiarse de subvenciones, desgravaciones fiscales, etc, aunque ni siquiera lleguen a estrenarse.

Por otra parte, no nos engañemos, el mercado no puede absorber las 300 películas españolas producidas el año pasado, y menos aún de tan bajo perfil. Este de la producción masiva es un dato que queda muy bien en las estadísticas oficiales, pero en realidad solo sirve para indicarnos que algo no funciona bien en el ciclo de producción. Porque el presupuesto medio de una película española, lejos de ir incrementándose, cada año es menor. Hay, al menos, un elemento que está distorsionando la realidad del mercado.

Por supuesto, no estoy en contra de las primeras obras de autor, necesariamente obligadas a pasar por el cuello de botella de los presupuestos reducidos (que se lo digan a Pedro Almodóvar cuando produjo ‘Pepi, Luci y…’). Pero con 20 ó 25 películas de este tipo por año creo que sería suficiente para cumplir con el objetivo de buscar nuevos talentos.

El resto de la producción, no más allá de otras 100 obras, debería contar con presupuestos por arriba de los 6 millones de euros y, dentro de ellas, un mínimo de 20 títulos tendrían que superar los 20 millones de euros. Estos serían los que contarían con posibilidades para salir a competir en los mercados internacionales.

Hasta aquí me estoy refiriendo a las películas españolas de los productores “independientes”. Definición que, por cierto, es el nudo gordiano en el que se encuentra perdida nuestra nueva Ley del Cine.

No creo que sea imposible introducir estos baremos de presupuestos altos dentro de la nueva Ley del Cine, ni tampoco creo que sea imposible llegar a la definición de la figura de productor independiente. Para mí, el productor independiente es aquél que, finalizada la película, consigue retener al menos un tercio de los derechos de su explotación por, al menos, dos años.

Al margen de todo lo dicho, las grandes corporaciones extranjeras pueden seguir rodando en España con sus productoras asociadas todo lo que quieran, cuanto más, mejor, disfrutando de ventajas fiscales y otras condiciones similares a las de nuestros vecinos europeos. Así podremos seguir celebrando los éxitos de “La sociedad de la nieve” y otras que vendrán después como si fuesen películas españolas (ja,ja,ja). Por cierto, “La sociedad de la nieve” no aparece en ningún listado de películas exitosas ni dentro ni fuera de España porque su auténtica productora, la estadounidense de la N roja, no consintió estrenarla en cines.

Por último: cuanto más pronto abandonen las plataformas esa obsesión por eliminar a los cines, antes recuperaremos el floreciente negocio que teníamos hasta que llegó el Covid.

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