El primer estudio integral sobre el impacto económico de la inteligencia artificial generativa en la cultura revela un futuro desafiante para los creadores, mientras los desarrolladores tecnológicos prosperan. El informe insta a una regulación urgente para proteger el valor humano en las artes.
La inteligencia artificial (IA) está reconfigurando el panorama de la cultura con la misma rapidez con la que devora su legado. Un informe revelador encargado por la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (Cisac) estima que el sector audiovisual y musical podrían sufrir una caída combinada de ingresos superior al 20% hacia 2028, marcando un giro crucial en la relación entre tecnología y creatividad. La música, por ejemplo, perdería una quinta parte de las ganancias generadas en plataformas de streaming debido a producciones automatizadas que, según el documento, están «canibalizando» catálogos protegidos por derechos de autor.
El informe, elaborado por el despacho de consultoría PMP Strategy, destaca el ascenso meteórico de la IA generativa, capaz de aprender patrones complejos y crear contenidos autónomamente. Los ingresos de esta industria tecnológica alcanzarían cifras récord: 16.000 millones de dólares en música y 48.000 millones en audiovisual para 2028, incrementos drásticos frente a los niveles actuales. Mientras tanto, los creadores humanos podrían perder más de 4.000 millones de dólares en cada uno de estos sectores.
“Cuanto más tarde una capacidad en implementarse, más rápido alcanza la performance humana”, subraya el informe, reflejando la acelerada curva de aprendizaje de la IA. Ejemplos como los vídeos de Sora, las imágenes de Midjourney V6 o las composiciones de Suno confirman la sofisticación de estos sistemas, que no solo emulan estilos únicos sino que también los desplazan del mercado.
El informe subraya un contexto preocupante: el 75% de los contenidos que los usuarios consumen en Netflix son dirigidos por algoritmos, y Spotify ya integra música generada por IA en sus recomendaciones. Estas dinámicas no solo afectan el mercado, sino que redefinen la relación entre los consumidores y la cultura.
Aunque Cisac representa a cinco millones de artistas, el estudio no esquiva los argumentos de los defensores de la IA, que resaltan sus potenciales beneficios. Sin embargo, advierte que sin regulación, la IA podría consolidar un panorama desigual. “Para los creadores, la IA tiene el potencial de abrir nuevas y fascinantes oportunidades, pero si no está bien regulada, también puede perjudicar severamente a sus carreras y medios de sustento”, afirma Björn Ulvaeus, presidente de Cisac.
El debate sobre el impacto de la IA está lejos de ser teórico. Casos judiciales como el de Stability AI y Midjourney, demandados por artistas visuales, o las acciones legales contra Suno y Udio por parte de multinacionales musicales, ilustran el conflicto entre innovación tecnológica y derechos de autor. El documento recalca la urgencia de implementar políticas que equilibren ambas fuerzas.
Con la reciente regulación de la IA por parte de la Unión Europea y compromisos como el del Ministerio de Cultura español de no premiar obras creadas íntegramente por máquinas, el sector cultural exige un cambio. La pregunta, como plantea Ulvaeus, es cuál de los escenarios prevalecerá: uno de oportunidades sin precedentes o uno de erosión creativa irreversible.