El cinéfilo clásico se siente fuera de sitio en unas salas de cine en las que abundan personas que solo acuden a las multisalas durante los tres o cuatro grandes estrenos de cada temporada. ¿Estamos traicionando el espíritu del Séptimo Arte?. Por Juan García
Chicos y chicas con sus mejores galas para ver a los Minions, hordas de personas vestidas de rosa para Barbie y hace poco, gente disfrazada de demoníacos osos de peluche sacados de un videojuego. Alguno debe pensar que las salas de cine se han convertido en un carnaval de modas al albur de las redes sociales. Un poco de razón tienen…
El tapiz demográfico del espectador no ha cambiado tanto como lo han hecho los motivos por los que van a una sala de cine. En mi opinión son dos los grandes cambios sociales.
Primero… la eventización de las salas de cine
La pandemia se llevó consigo gran parte de lo habitual que era ir a una sala de cine. Primero porque provocó una gran disrupción en los hábitos de consumo y segundo, porque estos nuevos hábitos de consumo unidos al cambio generacional y al ruido de las redes sociales/plataformas, hace que las salas de cine tengan un poco más difícil llamar la atención de un cliente que tiene innumerables opciones de ocio.
Es por ello que los grandes estrenos son capaces de canalizar esta hambre de socialización y de cine que sigue igual de vigente, consiguiendo crear estos picos de atención y por lo tanto, de asistencia. Cuando se enciende “la chispa” la respuesta orgánica del público puede que sorprenda, pero ahí se demuestra que el hambre de cine en la gran pantalla sigue prácticamente intacto.
No hay una explicación única a la viralidad comercial del “Barbenheimer” y de otros grandes fenómenos que arrasaron las taquillas, pero de lo que estamos seguros es de que todos han contado con unas grandes campañas de marketing detrás. Pero no solamente eso, también han sabido aprovechar una gran base de fans o temáticas que hasta ahora no se habían visto representadas en la gran pantalla.
El resultado es que menos títulos capitalizan una mayor parte de la taquilla, mientras que el resto de títulos tienen que conformarse con una menor recaudación.
Las estrategias que se aprovechan de un sistema de recomendaciones o de la habilidad comercial de convertir a sus producciones en temas populares generando eco orgánico entre los consumidores, son las que consiguen destacar, y mucho, sobre el resto.
Esto se ve agravado por la crisis de atención que han provocado las redes sociales con su scroll infinito de contenidos. Podrías literalmente pasarte semanas haciendo scroll en TikTok hasta morir de inanición. Esto que es una experiencia de usuario extremadamente placentera (y adictiva), fragmenta totalmente la atención del espectador. Es más, cuando uno publica trocitos de su vida en las redes sociales, rara vez lo hace para que todo el mundo vea lo aburrida que es, normalmente se publican contenidos que potencialmente puedan llamar la atención. Esta tendencia crea lo que yo llamaría “publicaciones de temporada”, fotos de las maravillosas vacaciones en verano, fotos del dichoso Elfi en Navidad y por supuesto, tu foto de rosa siendo partícipe del “Barbenheimer”. Las publicaciones de tus conocidos influyen radicalmente en tu toma de decisiones, y sobre esto gira todo a día de hoy.
Y segundo… el futuro del entretenimiento social.
Netflix hace unos meses anunciaba, sin dar demasiados detalles, su entrada en la explotación de locales físicos de ocio. Si bien personalmente creo que beberán en parte de la clásica experiencia cinematográfica que ofrecen los cines y de explotación de merchandising al estilo de las moribundas Disney Stores, realmente el motor de su experiencia física será el entretenimiento en toda su dimensión a través de una experiencia que explote sus franquicias.
La experiencia cinematográfica está perfectamente definida tras décadas de explotación, pero necesita crear nuevas sinergias de ocio que probablemente estén alejadas de los clásicos trailers y de las películas de superhéroes de Hollywood. En el mundo del entretenimiento hay nichos gigantescos que amenazan con expandirse aún más en los próximos años.
El event cinema, los conciertos, las presentaciones de películas con parte del reparto, físicamente o de forma virtual, pero también la explotación de productos de nicho extranjeros como el Anime o IPs fuera del circuito cinematográfico (como es el mundo de los videojuegos o el cortometraje) se antojan como experiencias muy importantes para el futuro. Tan solo hay que recordar lo mucho que se maltrató a la animación japonesa en nuestras salas hasta que entendimos que gran parte de su público quería disfrutar de sus películas de la misma manera que las disfrutan en casa, en VOSE. Para un consumidor objetivo, gran parte de estas experiencias son un evento en sí mismo sin necesidad de grandes campañas de marketing.
Hay que dinamizar el uso que le damos a nuestras salas de cine para llegar más lejos, la dependencia semana a semana del resultado de los estrenos, sin ofrecer mayores alternativas entre semana, y tratando al público de los sábados exactamente igual que al público de los martes a nivel de contenidos/experiencias, no consigue sacar todo el potencial a las salas de cine.
Es por eso que personalmente apuesto también por el futuro de las pantallas LED, porque amplían el abanico de posibilidades de estas y rompen esa limitación horaria autoimpuesta, pudiendo servir por las mañanas como grandes centros de convenciones o de reunión para crear eventos inolvidables, pero las posibilidades son muchas más.
Por qué sería una idea terriblemente mala ir en contra de esto.
Al cine se le llama el Séptimo Arte porque precisamente es la séptima disciplina artística de las bellas artes, y ha de seguir siendo así. Las salas de cine han de ser los templos de la cultura cinematográfica, pero a nivel de negocio (que lo sustenta todo) ha de preocuparse de mantener sus cuentas en positivo.
La clave está no en agarrarse a unos férreos principios inamovibles sino en incorporar nuevas experiencias a nivel de contenidos, de tecnología, dentro y fuera de las salas comenzando la experiencia ya desde los olvidados halls de entrada, y nuevas relaciones con los creadores de contenidos.
No te tienen que gustar todas las propuestas del cine moderno, ni en su forma ni en su contexto, pero sí que se tienen que desarrollar formas de entretenimiento modernas en las que tenga cabida todo tipo de público. Si no lo encuentran en las salas, lo encontrarán en otro sitio.
El FOMO (Fear Of Missing Out) como herramienta de marketing
Las redes sociales y plataformas son experiencias ultra personalizadas que incentivan la experiencia individual. Pero las personas somos animales que viven en comunidad, demos gracias a que los cines se mantienen como grandes catalizadores de esta necesidad de pertenencia a un grupo.
No parece que repetir fórmulas, estructuras y suavizar los contenidos para hacerlos más accesibles llamen demasiado la atención al espectador, ni alimente ese FOMO hoy en día. Barbie o As Bestas rompieron muchos esquemas alrededor de cómo contar historias en la gran pantalla… y el pasado 25 de Diciembre The Color Purple, adaptación musical al clásico de Steven Spielberg, facturaba en un solo día 18 millones de dólares, muy por encima de apuestas como Aquaman y el Reino Perdido o Migration. No hay que olvidar que en semanas anteriores la taquilla estadounidense estaba dominada por 2 películas extranjeras como The Boy and the Heron y Minus One.
Esta disrupción en el entretenimiento no solamente debería ser estructural y operativa desde los cines, sino que también ha de ser cultural para llegar a ser realmente relevante, y el mejor apoyo que le podríamos dar a la cultura es una gran plataforma de promoción que explore sin pudor diferentes vías de promoción en redes sociales, estructuras de promoción de sus campañas e incluso eventos de promoción tanto físicos como virtuales.
Lo hacemos como siempre se ha hecho
Es cierto que las obras más artísticas y de autor del cine lo tienen difícil para generar buenas taquillas ¿Deberíamos culpar de esto a los cines o a las formas en las que estamos dando a conocer estas películas al gran público? Constantemente vemos películas que se publicitan en los festivales pero que fuera de ellos no se apoyan en ninguna campaña, es más, tampoco hay grandes herramientas públicas que ayuden a la promoción. Todas las ayudas están enfocadas hacia la producción y no en la optimización comercial de las películas, cosa que sobra decir me parece un gran error.
El imparable declive de la venta de entradas se puede combatir entendiendo lo que el mercado te está pidiendo, y no evolucionar a la par del mercado implica expulsar de este círculo al gran público y poner en peligro el futuro mismo de las salas. Debemos aprender a vivir con el público fiel de siempre, con las familias y además batirnos el cobre en el mastodóntico mercado del entretenimiento actual.
No hay que olvidar que las salas siguen siendo unos enormes motores que crean marcas reconocibles a través del entretenimiento, y eso es un arma de promoción masiva. Aprovechémosla.
No hay razones equivocadas por las que ir a una sala de cine.
A día de hoy cuando haces un plan de ocio en realidad estás decidiendo no hacer un buen montón de otras cosas, por lo que no me parece sensato criticar las razones que se tienen para comprar una entrada de cine. Todas son buenas.
Desde su misma concepción el mundo de la gran pantalla ha crecido junto al Séptimo Arte, el acto social y cultural, la tecnología de exhibición y la experiencia cinematográfica. Ha de seguir evolucionando a la par que lo hace la cultura del entretenimiento, a la que debemos decirle alto y claro: soy todas esas cosas y ninguna a la vez, soy una sala de cine, soy todo lo que puedas imaginar.
Porque ese era el proyecto original de los hermanos Lumière, llevar a lugares inimaginables a cualquier persona a través de una gran pantalla de cine.
“Del proyecto original de los hermanos Lumiere solo quedan las salas de cine, nada más” Afirmaba Victor Erice en la presentación en el Festival de San Sebastián de su película ‘Cerrar los ojos‘