Por Arantxa Dias Oñate
La Cinemateca de Cuba, encargada de custodiar el valioso archivo fílmico de la isla, se enfrenta a un reto crucial: la conservación de su acervo cinematográfico. En un contexto donde las condiciones climáticas tropicales y la escasez de recursos ponen en peligro estos tesoros, la Cinemateca ha establecido una serie de convenios internacionales para restaurar y digitalizar algunas de las obras más emblemáticas del cine cubano.
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Este esfuerzo por rescatar películas de gran valor histórico y cultural ha permitido la recuperación de clásicos como el Noticiero ICAIC Latinoamericano y algunas ficciones importantes. Sin embargo, la iniciativa se ha expandido para incluir películas menos conocidas pero igualmente relevantes, como el trabajo de dos de las cineastas más vanguardistas y olvidadas del cine cubano: Sara Gómez y Nicolás Guillén Landrián.
Gracias a la colaboración de instituciones como el Vulnerable Media Lab (Canadá), el Arsenal-Institut für Film und Videkunst (Alemania), Altahabana Films (Madrid), y la Elías Querejeta Zine Eskola (San Sebastián), entre otras, se ha logrado no solo la preservación de estas películas, sino también la revalorización del cine cubano más experimental. Este trabajo se suma al esfuerzo de colectivos emergentes como Archivistas Salvajes, que se dedican a rescatar el cine amateur realizado en la isla.
“En la otra isla”: Un ciclo para redescubrir el cine cubano restaurado
Como parte de esta ambiciosa labor, el ciclo “En la otra isla” ha sido creado para ofrecer una mirada privilegiada a las películas restauradas y olvidadas de la cinematografía cubana. Este ciclo incluye cinco sesiones temáticas que permitirán al público explorar la evolución formal y temática del cine cubano de vanguardia, trazando un mapa audiovisual que conecta sus raíces revolucionarias con las complejidades sociales de la isla.
La primera sesión, titulada “Es bueno que esto lo vean en La Habana”, presenta la hermosa obra de Nicolás Guillén Landrián, Ociel del Toa, en diálogo con En la otra isla, de Sara Gómez. Ambas películas capturan las tensiones entre los ideales revolucionarios y la realidad cotidiana de los habitantes rurales.
La segunda sesión, “Toda mi sangre grita: ¡Mozambique!”, profundiza en el racismo y la discriminación. Desde el humanismo temprano en El negro de Eduardo Manet, hasta el grito irónico de disidencia en Coffea Arábiga, de Nicolás Guillén Landrián.
En la sesión titulada “Segunda mano”, el público será testigo de películas que experimentan con materiales preexistentes y el collage. Obras icónicas de Santiago Álvarez, como L.B.J. y 79 primaveras, dialogan con otras piezas que reutilizan imágenes de archivo para reflejar la historia y la política cubana.
“Cuba trabaja y se divierte”, la cuarta sesión, aborda las contradicciones entre la vida laboral y el disfrute en la Cuba revolucionaria, mostrando tanto las reuniones y debates que estructuraban el trabajo diario, como la fuerza liberadora de la música y el baile.
El ciclo culmina con el largometraje De cierta manera, de Sara Gómez, que regresa a San Sebastián después de haber sido proyectada en 1977 y 1988. Esta película, pionera en la forma en que mezcla documental y ficción, explora temas como el rol de la mujer en la esfera pública, la lucha de clases, y los desafíos y logros de la revolución cubana.