A pesar de ser una de las economías más avanzadas del mundo, Alemania se aferra al efectivo para proteger su privacidad financiera y mantener su autonomía frente a un sistema bancario en el que desconfían.
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En un mundo cada vez más digitalizado, donde países como China han dejado atrás el uso del efectivo incluso en las tiendas más pequeñas, Alemania presenta un marcado contraste. En este país europeo, más del 80% de las transacciones se realizan en efectivo, una tendencia enraizada en los alemanes, ya que valoran el efectivo como una herramienta esencial para proteger su privacidad financiera y evitar la vigilancia del sistema bancario y gubernamental.
La preferencia por el efectivo no es simplemente una cuestión de tradición. Muchos alemanes desconfían de los bancos y de las transacciones digitales, creyendo que estos métodos otorgan demasiado poder a las instituciones financieras y al gobierno. La historia del país refuerza esta percepción, donde el dinero en efectivo es visto como un medio para mantener la autonomía financiera y la privacidad personal.

La preferencia por el efectivo no es simplemente una cuestión de tradición. Muchos alemanes desconfían de los bancos y de las transacciones digitales, creyendo que estos métodos otorgan demasiado poder a las instituciones financieras y al gobierno. La historia del país refuerza esta percepción, donde el efectivo es visto como un medio para mantener la autonomía financiera y la privacidad personal.
En Alemania, no es raro encontrar carteles de «solo efectivo» en muchos comercios, restaurantes y alojamientos, a excepción de las grandes cadenas internacionales. Esta tendencia plantea una pregunta crucial: ¿Es la desconfianza alemana hacia el sistema bancario y su preferencia por el efectivo una postura prudente en un mundo donde la privacidad está constantemente amenazada?