Un informe del Foro Económico Mundial estima que, a nivel global, la automatización podría suplantar 85 millones de empleos para 2025, aunque también podría crear 97 millones de nuevos roles adaptados a la nueva economía digital.
El auge de la inteligencia artificial (IA) está siendo motivo de una creciente preocupación en España. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, nueve de cada diez ciudadanos están familiarizados con esta tecnología y más del 80% considera que ésta conlleva riesgos significativos. Por otro lado, Randstad España sostiene que en la próxima década, la IA podría poner en peligro dos millones de puestos de trabajo en el país.
La preocupación por los efectos de la IA no solo está presente en España. Un estudio de PwC señala que el 37% de los trabajadores en Estados Unidos temen enfrentarse a dificultades para conservar sus empleos. Además, un informe del Foro Económico Mundial estima que, a nivel global, la automatización podría suplantar 85 millones de empleos para 2025, aunque también podría crear 97 millones de nuevos roles adaptados a la nueva economía digital.
En 2021 la Comisión Europea propuso el Borrador de Ley de Inteligencia Artificial, posicionando a Europa como pionera en la búsqueda de formalizar un reglamento que, a parte de fomentar la innovación y el crecimiento económico, asegure el acatamiento a unas normas éticas y morales, y lo más importante, garantice el respeto a los valores democráticos y los derechos fundamentales de los ciudadanos.
El movimiento de resistencia contra la IA ha encontrado nuevos aliados en los consumidores conscientes. Este nicho de mercado ha sido rápidamente identificado por marcas que buscan alinearse con las preocupaciones de sus clientes, tales como Dove, que ha declarado su compromiso de «nunca utilizar la IA para representar a mujeres reales». Este posicionamiento ético ha sido bien recibido por consumidores que buscan autenticidad y responsabilidad social en las empresas que apoyan.
Por otro lado, Not By AI, una organización emergente, ofrece una insignia descargable que certifica la ausencia de IA en la creación de contenido tras haber comprobado mediante dos procesos complementarios (investigación y utilización de un software) que han sido intervenidas exclusivamente por seres humanos. Hasta la fecha, más de 264.000 páginas web han adoptado esta insignia.
El periodista y escritor especializado en tecnología, Brian Merchant, ha comparado este fenómeno con la aparición de las etiquetas «orgánicas» y «libres de» en la década de 2000, que surgieron como una respuesta a las preocupaciones sobre la sostenibilidad, los pesticidas y la agricultura industrial. Al igual que estas etiquetas, el movimiento anti-IA representa una reacción frente a la incertidumbre ante el uso no regulado de Inteligencia Artificial y el impacto que pueda generar en la sociedad de la información.