12 películas de la pionera húngara, primera directora ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín, llegan a la plataforma la próxima semana.

Filmin sigue ampliando su catálogo con ciclos exclusivos de algunos de los directores más relevantes del cine contemporáneo. Tras las colecciones dedicadas a Lars von Trier, David Lynch, Chantal Akerman o Frederick Wiseman, el próximo viernes 7 de abril llega el turno de Marta Mészáros, una de las directoras más importantes de Europa en la segunda mitad del siglo XX.
Contemporánea de otras cineastas célebres de su momento con las que dialoga en temáticas, como la checa Věra Chytilová o la francesa Agnès Varda, con quien mantenía una cercana amistad y que la consideraba una de sus realizadoras preferidas, fue la primera mujer en ganar el Oso de Oro de la Berlinale en 1975 por su filme «Adopción». En apenas tres años, también se haría con el premio de la crítica internacional en Cannes (por «Nueve meses») y con la Concha de Plata de San Sebastián (por «Como en casa»). Son solo ejemplos de un corto periodo de tiempo, Mészáros acumula muchos otros galardones. ¿Por qué entonces una directora que gozó de tal prestigio en su momento parece no ocupar la posición que se merece entre la cinefilia contemporánea?

Quizá la respuesta la tenga el polaco Andrej Wajda, quien en su libro «Double Visions» apuntaba que “las películas que se hacen en Europa del Este parecen generar poco o ningún interés en Occidente”. Él opina que, en un continente todavía dividido por bloques, las inquietudes de las antiguas repúblicas soviéticas y el modo de vida de sus sociedades (que Mészáros retrata con sumo cuidado y una gran capacidad crítica) no encontraban compresión en los países al otro lado del Telón de Acero.
Filmin, en colaboración con Lost & Found, presenta un total de 12 filmes de la directora, todos los que están restaurados hasta el momento. Quien se acerque por primera vez al cine de Mészáros, descubrirá la visión de una realizadora siempre comprometida a documentar los cambios de su sociedad a través de la mirada y los sentimientos de mujeres que no se dejan amedrentar por las circunstancias. También se hallará ante un cine con ecos de la Nouvelle Vague francesa, pero en el que se intuyen además las influencias de su educación en el cine soviético. Haciendo gala de una exultante variedad de recursos cinematográficos, como cuidadas y originales perspectivas o precisos y epatantes movimientos de cámara; puede que haya dos constantes estéticas en su cine que destaquen sobre las demás: la inserción de lo real en estructuras de ficción y el mimo que atesora por los rostros.

El ejemplo perfecto de esta simbiosis lo pone Max Nelson en su artículo para Film Comment «Working Girl: Márta Mészáros». En él explica cómo la fábrica está presente en buena parte de su obra. Ocurre en la planta textil de su ópera prima de ficción, «La muchacha» (1968), volviendo a un lugar similar en «Desaparición» (1973); la fábrica de ladrillos de «Nueve meses» (1976) o la de madera en «Adopción» (1975). Son todos lugares reales, donde documenta las condiciones de trabajo de estas mujeres, a menudo organizadas contra el patrón por lo que consideran injusticias como una paga baja o las horas excesivas de los turnos. Sus actrices se mezclan con verdaderas trabajadoras y Mészáros capta todo ese ambiente. Como Nelson indica, se esfuerza por capturar cuantos más rostros, mejor. Rostros esculpidos por la condición de obrera, a veces ariscos, pero también monumentales, llenan la pantalla. El cine de Mészáros es siempre personal, pero al revelar cómo la esfera pública interfiere en la privada, su obra se vuelve profundamente crítica y marcadamente política. Lo real y lo ficcional se mezclan para ofrecer un retrato fidedigno de su sociedad.
Al hacer cine casi siempre en tiempo presente, el público podrá comprobar hoy cómo la Hungría de la posguerra fue evolucionando hasta el colapso de la era soviética. No obstante, la preocupación de Mészáros por la definición del carácter nacional húngaro (de nuevo, de forma crítica, sin patriotismos) en décadas anteriores, erige su obra en un testamento de toda la historia del siglo XX. En estos filmes de época le gusta mezclar material de archivo con la ficción, introduciendo a sus protagonistas en eventos reales, con asombrosos montajes que desdibujan la frontera entre los dos modos de registro.

LAS PELÍCULAS DEL CICLO:
– «La muchacha» (1968)
– «Vínculos» (1969)
– «¡No lloréis, preciosas!» (1970)
– «Desaparición» (1973)
– «Adopción» (1975)
– «Nueve meses» (1976)
– «Dos mujeres» (1977)
– «Como en casa» (1978)
– «Las herederas» (1980)
– «Diario para mis hijos» (1984)
– «Diario para mis amores» (1987)
– «Diario para mis padres» (1990)