El cineasta Kiril Serébrennikov lleva al cine la electrizante historia del escritor y político Eduard Limónov, protagonizada por Ben Whishaw. La película, basada en la novela de Emmanuel Carrère, se estrena en cines el 21 de febrero.
La figura de Eduard Limónov trasciende cualquier calificativo convencional. Poeta maldito, agitador político y antihéroe de su propio país, Limónov pasó de la bohemia neoyorquina a las prisioneras cárceles de Siberia, para finalmente fundar el proscrito Partido Nacional Bolchevique. Su vida, llena de excesos y contradicciones, cobra vida en «Limónov», la esperada película de Kiril Serébrennikov («Leto»), que concursó en la última edición del Festival de Cannes y ahora llega a la cartelera.


Un biopic fuera de lo común
Serébrennikov deja claro que «Limónov» no es un biopic al uso, sino una adaptación de la mirada de Emmanuel Carrère en su aclamada novela, publicada en España por Anagrama. «Sigo los pensamientos, las entonaciones, su enfoque y su búsqueda para desentrañar el misterio de Eddie», señala el director. Carrère, quien no había colaborado en adaptaciones de sus obras desde «La clase de nieve» (Claude Miller, 1998), cedió su confianza a Pawel Pawlikowski, guionista y nominado al Óscar por «Cold War».
La interpretación de Ben Whishaw («El perfume: Historia de un asesino») se presenta como uno de los grandes atractivos de la cinta, acompañado por un elenco internacional que incluye a Viktoria Miroshnichenko («Una gran mujer»), Sandrine Bonnaire («Las desapariciones») y el español Víctor Solé («No matarás»). La película, además, cuenta con una banda sonora electrizante compuesta por Massimo Pupillo, con temas de la banda rusa Shortparis reinterpretando a Tom Waits, Lou Reed y Velvet Underground.

Un rodaje marcado por la guerra
El camino de «Limónov» hacia la gran pantalla estuvo plagado de obstáculos. El estallido de la guerra en Ucrania paralizó el rodaje cuando el equipo estaba a punto de filmar escenas clave en Nueva York, recreadas en Moscú. Con el inicio de la invasión, los extranjeros fueron evacuados y Ben Whishaw tuvo que abandonar Rusia. Medio año después, la producción se reanudó en otro punto de Europa.
Pero la conexión entre «Limónov» y la situación actual va más allá del rodaje. Como apunta Serébrennikov, las ideas de Limónov resuenan en la Rusia actual, donde su anhelo por una nueva Unión Soviética parece haberse materializado en el discurso del Kremlin. «Es como si estuviéramos viviendo en el mundo que él soñó», reflexiona el director, quien ha sido perseguido por la justicia rusa debido a sus posturas liberales y su apoyo a la comunidad LGBT.


Una historia que desafía al espectador
«Limónov» no es una película complaciente. Su protagonista encarna la ambigüedad ideológica y la radicalidad política en un mundo polarizado. Con una dirección visual impactante y una narrativa que desdibuja los límites entre mito y realidad, Serébrennikov firma una obra que interpela, incomoda y fascina a partes iguales.
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